La semana santa o también conocida como la semana en la que los católicos celebran la pasión, la muerte y resurrección de cristo. Esta semana se caracteriza por las procesiones, aunque pocos saben que sus raíces tuvieron origen en la Edad Media, que con el tiempo han ido tomando forma, los colores, los olores, las flores, la música, la emoción, música.... Por ello la semana santa, es mucho más que una serie de actos religiosos, es una tradición, pero ¿Qué es una tradición? Una tradición es ese hilo invisible que une una generación tras otra, que está ahí desde que nacemos y que, en ocasiones, condiciona incluso nuestras decisiones más íntimas. Pero sobre todo una tradición es comunidad, es la unión que nos permite estar en contacto con el resto de las personas, en un mundo que cada vez tiene más sujetos aislados. ¿No es acaso esa vivencia compartida la que da sentido a nuestro sentimiento de pertenencia?
En un mundo cada vez más individualista, donde la tecnología a menudo sustituye al encuentro cara a cara y donde las relaciones tienden a volverse más superficiales, las tradiciones nos recuerdan que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos. Cuando nos reunimos para celebrar una fiesta, comer algo típico o hacer algo que ya hacían nuestros abuelos, sentimos que estamos unidos a los demás. Es en esos momentos donde no importa la edad ni las diferencias, porque todos compartimos lo mismo, donde se diluyen temporalmente las diferencias sociales, generacionales, ideológicas... ¿Qué otra cosa consigue reunir a personas tan distintas con un mismo motivo? ¿Qué importancia tiene, hoy en día, seguir participando en ellas para fomentar la unidad en un mundo tan dividido?
Estas prácticas que se repiten con el tiempo, como una canción, una receta o un olor; nos hacen sentir que compartimos algo con los demás. Aunque no conozcamos a todas las personas de una comunidad, cuando celebramos las mismas cosas sentimos que hablamos un lenguaje común. Eso crea un vínculo muy fuerte entre las personas, aunque sean diferentes ¿Acaso no demuestra esto que las tradiciones son clave para construir una comunidad en la que todos se sienten parte?
Y es precisamente ahí donde reside el valor más profundo de la Semana Santa y de cualquier otra tradición: en su capacidad para construir una comunidad en un mundo que muchas veces nos empuja a ir deprisa, a estar conectados con todo menos con quien tenemos al lado, estos momentos compartidos actúan como un ancla. Nos detienen sin importar si crees o no en el origen religioso del acto.. Nos invitan a mirar al otro, a escuchar, a sentir juntos. Porque, aunque cada uno lo viva a su manera, todos formamos parte de algo común cuando participamos en una tradición. ¿Qué otro momento puede unir a tantas personas de diferentes pensamientos y orígenes?
Las tradiciones, como la Semana Santa nos ofrecen un marco desde el cual mirar el presente con raíces en el pasado, y también nos permiten proyectar un futuro más humano, más conectado. Nos recuerdan que, al fin y al cabo, estamos hechos para vivir en comunidad, para sentirnos acompañados. Y en estos tiempos de tanta fragmentación, eso es un gesto revolucionario. ¿Cómo podemos seguir cultivando estas tradiciones para fortalecer nuestros lazos como sociedad?
Me ha gustado cómo has mostrado que la Semana Santa es más que religión, es un momento también para conectar en cierto modo con los demás. Aunque creo que no deberíamos tener la excusa de "es semana santa" para hacerlo.
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