Una botella en el mar de Gaza
Me dirijo a ti, madre de Naim, tú me has hecho preguntarme cómo se logra ser tan fuerte en medio de toda esa situación, tú me has provocado la duda de como sacar fuerzas para cuidar al resto, cuando todo en tu propia casa todo se desmorona, más de diez personas viviendo en ella, tu hijo acusado por ser infiltrado, el simple hecho de tener que despedirte de él sin saber cuando será la última próxima vez que lo veas... Situaciones que nadie piensa que le pueden pasar hasta que ocurre. Y es ahí donde la palabra empatía se vuelve más que una palabra bonita. Porque, ¿cómo podemos seguir viviendo como si nada, cuando sabemos que el mundo se desmorona?
Nunca entendí el fragmento que me enseño mi profesor, el cuál trata sobre un informe escrito por la antropóloga, Margaret Mead, el cuál hablaba sobre la primera muestra de civilización, un fémur fracturado y sanado, ya que esto significaba que tuvo que haber alguien que haya acompañado al antropoide accidentado para que no lo atacaran las fieras. No lo entendí hasta que conocí tu historia, porque tú eres ese acompañante, que permite que el resto sane sus heridas aunque eso te implique arriesgar tu vida, aunque eso signifique que no te sientas protegida por nadie, ya que la única persona que lo hacía ya no estaba contigo. A pesar de todo tu pasado y el dolor que sentías en ese momento, tu seguías mirando por el bien de toda la gente de tu al rededor, pero lo más importante de todo, lo hacías de corazón. ¿Cómo se encuentran la fuerza para seguir cuando todo parece perdido, cuando la protección y el amor se sienten lejanos?, ¿Qué nos conmueve realmente?.
Por lo que tu historia nos obliga a reflexionar sobre la empatía, ya que esta cualidad no es solo mirar con tristeza desde la distancia, es sentir, el peso de la realidad de otros. Es preguntarnos qué haríamos si fuéramos nosotros quienes tuviéramos que despedirnos sin saber si hay regreso. Es reconocer que tu dolor podría ser el nuestro ya que vivimos en un mundo que ignora que ignora el exterior. Porque, ¿cómo podemos justificar nuestra indiferencia cuando conocemos estas realidades?.
Es fundamental recordar que la empatía no es solo un sentimiento, sino una llamada a la acción. ¿Qué estamos dispuestos a hacer hoy, para que historias como la tuya no se queden en el olvido?.
Me ha gustado mucho tu carta. Me ha llamado la atención la referencia al fragmento de Margaret Mead, sobre el fémur fracturado, porque nunca lo había pensado de esa forma: ese acto de cuidado en medio del sufrimiento es lo que define nuestra humanidad.
ResponderEliminarTambién me ha conmovido mucho tu pregunta sobre cómo encontrar fuerzas para seguir cuando todo parece desmoronarse. Bueno, supongo que muchas veces la verdadera fortaleza aparece cuando sentimos la necesidad de cuidar a los demás, incluso cuando uno mismo está roto.
Por último, me ha impactado tu último párrafo, en el que hablas de la empatía, cuando dices que no se trata solo de mirar con tristeza en la distancia, sino de sentir el peso de la realidad de los que nos rodean. Me siento tan identificada…
Tantas veces he necesitado ayuda, que alguien actuara para defenderme cuando yo sola no podía, que se pusieran en mi lugar y dieran la cara por mí porque no era justo lo que me estaba sucediendo. Tantas veces en las que solo he recibido miradas con tristeza en la distancia que no me decían nada, que no me dijeron nada.
Estoy muy de acuerdo contigo, ojalá actuáramos más para ayudar a los demás en vez de mirar solo por nosotros mismos o por cómo nos afectaría ofrecerles esa ayuda.